lunes, 21 de enero de 2013

OBJETIVOS GENERALES DEL PERIODO:



OBJETIVOS GENERALES DEL PERIODO:

 1.- Enumerar, identificar y localizar cronológicamente los reinados sucesivos que integran este período de la Historia Española.

2.- Reconocer, según criterios previamente establecidos, los distintos subperíodos en los que puede dividirse esta etapa histórica, determinando sus características esenciales e integrándolos en un proceso evolutivo con rasgos que los definen y los diferencian respecto a los períodos anteriores y posteriores.

3.- Determinar las razones interiores y exteriores que condicionan la concepción del Estado español, su evolución durante este período y las actuaciones de los monarcas respectivos en política interior y exterior derivadas de los aspectos concretados.

4.- Efectuar una evaluación razonada y crítica del período histórico estudiado.



OBJETIVOS RESPECTO AL REINADO DE LOS RR.CC.

1.- Definir las etapas de la incorporación diferenciada de los distintos Reinos peninsulares (a excepción de Portugal) y de los demás territorios extrapenínsulares a la unión territorial, de articulación federativa, propugnada por los RR.CC.

2.- Reconocer las principales líneas de actuación de los RR.CC. en política interior (en sus distintas vertientes: económicas, sociales, institucionales, etc), tendentes al fortalecimiento de la monarquía, a una reorganización institucional del Estado y a la consecución de una "unidad" que cohesionara la manifiesta diversidad de los territorios que integraban “España”.

3.- Sintetizar las líneas de actuación del Rey Fernando en lo referente a política exterior con el fin de aislar a Francia mediante un sistema de alianzas matrimoniales y de afianzar las posiciones castellanas en el Atlántico, aragonesas en el Mediterráneo y neutralizar el peligro berberisco en el sur peninsular; y cómo esta política exterior determinará la posterior historia de España.

4.- Analizar las causas que motivaron la incorporación de Canarias a la Corona de Castilla y las consecuencias derivadas de la misma.

5.- Valorar la importancia del descubrimiento de América producido en este reinado en base a sus motivaciones y a los conflictos internacionales ocasionados, también en sus consecuencias.

6.- Evaluar en su contexto histórico el reinado de los RR.CC. y de su significado respecto al posterior reinado de la casa de Austria.



DINASTIA DE LOS AUSTRIAS



OBJETIVOS RESPECTO AL REINADO DE CARLOS V:

1.- Identificar y localizar geográficamente las distintas posesiones de Carlos I.

2.- Analizar el anacronismo que supone la idea Imperial de Carlos I y resumir los principales problemas surgidos de la misma y, especialmente, valorar los inconvenientes de la subordinación de su política interior respecto a la exterior para los territorios hispánicos.

3.- Determinar las causas de la inadecuación estructural del imperio respecto a las nuevas realidades políticas, económicas, sociales... y la ineficacia de las medidas tendentes a solucionar dicha inadecuación.

4.-  Establecer los principales inconvenientes surgidos por la concepción monopolística y colonial respecto a América.

5.-  Seleccionar los aspectos más significativos de la historia de las Islas Canarias bajo el reinado de Carlos I.

6.-  Evaluar los aspectos más significativos del reinado de Carlos I.



OBJETIVOS PARA EL ESTUDIO DL REINADO DE FELIPE II

1.-  Delimitar territorialmente las posesiones de Felipe II (separación de las cuestiones alemanas y anexión de Portugal).

2.-  Determinar los cambios producidos en los asuntos internacionales que harán variar la problemática exterior del reinado de Felipe II y sus actuaciones consiguientes.

3.-  Identificar las actuaciones centralizadoras y unitarias de Felipe II en su política interior y las reacciones opuestas que originan.

4.-  Establecer las causas de las llamadas "revolución de los precios" y sus consecuencias.

5.-  Valorar los síntomas del agotamiento interno que son precedentes del fin de la hegemonía española en Europa.



OBJETIVOS PARA EL REINADO DE FELIPE III

1.-  Determinar el significado de la revolución institucional que supone el establecimiento del Valido.

2.-  Identificar las causas del pacifismo forzado que representa Felipe III.

3.-  Valorar las consecuencias de la expulsión de los moriscos.



OBJETIVOS PARA EL REINADO DE FELIPE IV:

1.- Conocer los aspectos más significativos, en lo interior y exterior, del programa político del Conde - duque de Olivares.

2.-  Justificar la crisis de 1640 como reacción al programa integrador de los Reinos españoles (en base a la "castellanización de las leyes " y "descastellanización de los cargos") para atender económica y militarmente a los frentes exteriores, propuesta por el Conde - duque de Olivares.

3.-  Analizar las consecuencias de la Crisis de 1640.

4.-  Evaluar el fracaso de los intentos de resucitar la hegemonía española en Europa y el significado del nuevo orden europeo impuesto en la Paz de Westfalia y en la Paz de los Pirineos.



OBJETIVOS DEL ESTUDIO DEL REINADO DE CARLOS II:

1.-  Valorar el reinado de Carlos II en base a sus condicionamientos internos y externos.

2.-  Conocer los proyectos internacionales de reparto de la monarquía española a la muerte de Carlos II.



CAMBIO DISNASTICO: LOS BORBONES.



OBJETIVOS PARA EL ESTUDIO DEL SIGLO XVIII:

 1.- Diferenciar y localizar las concepciones del Estado enfrentadas en la guerra civil sucesoria desencadenada a la muerte de Carlos II.

2.- Relacionar  la instauración borbónica en la corona española, como expresión del triunfo de las tesis castellanas y francesas en el interior, con las consecuencias que ésta tuvo para los territorios de la Corona de Aragón.

3.- Señalar las causas por las que Francia, Inglaterra y Austria intervinieron en la cuestión sucesoria española y sus intereses particulares respecto a la misma.

4.- Evaluar el Tratado de Utrech en el contexto  de  la doctrina del equilibrio europeo mantenida por Inglaterra y el fracaso que supuso respecto a las aspiraciones francesas de ostentar su hegemonía en Europa.

Enlaces Transición política.



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Sabino



LAS INDICACIONES DE SABINO PARA PROTEGER AL REY DEL 23-F
Por los datos de que se dispone (entre otras pistas, algunas declaraciones de Suárez posteriores al golpe), fue un destacado socialista el primero en sugerir al general Armada la idea de un gobierno civil de coalición presidido por un militar.
En principio, además de Armada, se especuló sobre varios nombres, entre otros el del mismo Sabino Fernández Campo.
En el verano de 1980, un documento secreto llegó a manos del rey.
Le había llegado de Madrid, y se trataba de un informe anónimo, aunque por el lenguaje parecía de autores civiles, según fuentes de la Zarzuela.
Se hacía un análisis muy crítico de la gestión de Adolfo Suárez y acababa con una propuesta, de la que no se conocen todos los detalles.
Se trataba de derrocar al presidente, eso sí que se sabe, y proponer como candidato alternativo a un militar o a un civil independiente de prestigio.

En la versión oficial que se ha dado del informe, la vía propuesta para lograr un objetivo como aquél era presentar una moción de censura, pero esta idea parece poco verosímil, puesto que ya se había intentado sin éxito el mes de mayo de 1980. Todo parece indicar que lo que se estaba proponiendo realmente era lo que después se llamó “la solución Armada“, cuyo leitmotiv fundamental era que las acciones se habían de enmarcar dentro de los límites constitucionales, en una clase de renacimiento del famoso lema de Fernández Miranda, “de ley a ley” (para hacer el tránsito del franquismo a la democracia parlamentaria dentro del contexto de las Leyes Fundamentales).
Pero con el paso previo imprescindible de la tentativa de “golpe duro“, que después el rey se encargaría de reconducir. A nivel operativo, para la tentativa de golpe duro, todas las acciones militares planificadas, y después llevadas a término, respondían a un plano único que gravitaba sobre cuatro puntos neurálgicos: el Congreso de los Diputados, la Capitanía de la III Región Militar (Valencia), la sede de la División Acorazada Brunete (de Madrid), y el palacio de La Zarzuela. Algo falló en el complejo entramado.

El primer elemento discordante lo puso Sabino Fernández Campo en La Zarzuela, con dos iniciativas muy simples, que ha asumido públicamente, y que al comienzo no resultaron demasiado trascendentales.
En primero lugar, insistió en el hecho de que Armada no actuara desde la Zarzuela, para no comprometer demasiado a la Corona, aun cuando mantuvieran contacto telefónico durante toda la noche del 23-F.
En segundo lugar, con la misma intención, intentó evitar que se involucraran los nombres del rey y de la reina, de la manera tan explícita en que se estaban utilizando, para hacer la llamada al alzamiento.
Si quisiéramos creer que la Zarzuela estaba al tanto del golpe del 23- F desde el comienzo, no solamente el rey, sino también su secretario general, Sabino Fernández Campo, las iniciativas de este último sólo habrían sido una precaución para proteger al rey en caso de que saliera mal algo, o incluso tan sólo una cuestión de forma.
No se puede olvidar que, pese a la propaganda institucional para presentarlo como el gran defensor de la democracia la noche del 23- F, casi más efectiva con respecto a Fernández Campo que al mismo rey, Sabino no ha brillado nunca precisamente como “progre”.
Sólo hace falta señalar, por el momento, las declaraciones que ha hecho recientemente, en el verano del año 2000 (en una conferencia en la Universidad Internacional Menéndez Pelayo), en las que afirmaba que el rey, como moderador y también como necesario mando supremo de las Fuerzas Armadas, “debería intervenir en el caso de que las prerrogativas concedidas por un hipotético Gobierno en minoría a un partido separatista amenazaran la integridad de España“.
Estaba defendiendo nada menos que una intervención militar en Euskadi, que apoyaba en consideraciones jurídicas sobre el artículo 8 de la Constitución. En la línea constitucionalista de Armada, se le habría podido ocurrir algo parecido en febrero de 1981.
En todo caso, las de Sabino fueron iniciativas que, en sí mismas, nunca habrían evitado el golpe. El elemento verdaderamente distorsionador fue Tejero. Uno de los puntos más débiles del plan era que, con un estilo similar al que Suárez había utilizado para legalizar el PCE, sin informar del todo a los militares, esta vez se había utilizado a Tejero sin decirle toda la verdad del plan. Y en el momento crucial, Tejero fue quien realmente abortó el golpe.

Elefante blanco



23F: El mensaje escondido en una foto
Por Manuel Rey, 07 de mayo de 2010    
Entrevista en La Razón
Sabino se fotografió con un libro de Perote sobre el golpe

En la madrugada del pasado 26 de octubre de 2009 fallecía en la clínica Ruber Internacional de Madrid, a los 91 años de edad, Sabino Fernández Campo, conde de Latores y teniente general honorífico del Cuerpo Militar de Intervención, empleo inexistente en dicho Cuerpo.

Tras muchos años de servicio al lado del Rey Juan Carlos I, el 8 de enero de 1993 cesó como Jefe de su Casa manteniendo desde entonces un misterioso silencio público, roto en muy contadas excepciones a través de algunas entrevistas o artículos de opinión.
De Sabino se valoraba sobre todo su profundo conocimiento de lo acaecido en el palacio de La Zarzuela la noche del 23 de febrero de 1981, así como en las primeras horas del día 24. Aunque él mismo reconociera que le faltaban algunas piezas del rompecabezas que suponía el 23-F y que había renunciado a completarlas porque, en ocasiones, “el que busca afanosamente la verdad, corre el riesgo de encontrarla”. 

Confidencias íntimas
Sin embargo, desde la mañana siguiente a su fallecimiento, no fueron pocos los políticos, y especialmente algunos columnistas, que manifestaron ser depositarios de confidencias íntimas del conde de Latores, que curiosamente sólo se atrevieron a hacer públicas tras su muerte, cuando el finado ya no podía corregirles, matizarles o negarles.
Todos, políticos y periodistas, se han pavoneado de conocer a través de Sabino Fernández Campo ciertos acontecimientos acaecidos la aciaga noche de aquel 23 de febrero, pero sin mostrar pruebas de sus confidencias ni exponer datos más explícitos.
Así, el escritor y periodista Abel Hernández, tras publicar un libro titulado “Suárez y el Rey”, por el que mereció el premio Espasa de Ensayo 2009, no tuvo el más mínimo pudor en declarar que el conde de Latores había sido una de sus fuentes, e incluso que en su libro “está el último testamento de Sabino Fernández Campo”.
Actitud similar tuvo el periodista Carlos Dávila que, al día siguiente del fallecimiento del teniente general, abría el periódico que dirige, “La Gaceta”, con un elocuente “Lo que nunca contó Sabino” y que firmaba con no poca arrogancia como “Un testigo pertinente: Carlos Dávila”. El primer párrafo de su crónica, en el que reproduce la advertencia que, según él, le hizo el confidente “si publicas una de estas cosas antes de que tú o yo muramos, te retiro el saludo”, no dejaba de ser tan llamativo como contradictorio. También alardeaba de haber mantenido numerosas conversaciones con Fernández Campo, sobre todo después de que éste abandonara La Zarzuela…

Prudencia verbal y sibilinas insinuaciones
Es cierto que en alguna ocasión Sabino se refirió al 23-F de forma ciertamente reveladora, pero siempre con gran prudencia verbal y dejando que se interpretasen sus sibilinas insinuaciones, sus gestos y hasta sus silencios, en un lenguaje propio de personas inteligentes. Una de las muestras más significativas de esta peculiar forma de proceder tuvo lugar el 1 de marzo de 2009, con motivo de una entrevista concedida al diario “La Razón” en la que, teniendo como excusa principal la discutida reforma de la Ley del Aborto, fue preguntado también por la recurrente cuestión del frustrado golpe de Estado. Pero su mensaje más interesante no se encuentra precisamente en el críptico texto de su respuesta, “lo que viví la noche del 23-F lo he escrito sólo para mí”, sino en la fotografía que de forma expresa acompaña su comentario.
Para ilustrar su entrevista, Sabino decide posar delante de su extensa biblioteca con uno de los muchos libros publicados sobre el 23-F. Y es precisamente en la elección de ese libro donde, a mi entender, radica el mensaje que transmite el que fuera secretario general de la Casa del Rey durante aquel suceso. El libro elegido es precisamente el que lleva por título “23-F: Ni Milans ni Tejero. El informe que se ocultó” (Foca Ediciones, 2001), cuyo autor es mi amigo el coronel Juan Alberto Perote. Esta instantánea gráfica es difícil de obtener en la actualidad pues, con posterioridad a su publicación original en la entrevista de “La Razón”, fue ampliada haciendo desaparecer del encuadre las manos y el libro en cuestión que sujetaban de forma bien llamativa.
¿Qué mensaje estaba enviando Fernández Campo con la particular selección del libro del coronel Perote? Parece evidente que, de forma plástica y sin necesidad de pronunciarse más al respecto, nos está señalando un documento fundamental para comprender algo mejor lo acontecido el 23-F, ya que es evidente que el libro señalado no aparece de forma fortuita.

Valenzuela, “el elefante blanco”
Por primera vez se señala al teniente general Joaquín de Valenzuela y Alcíbar Jáuregui, en aquellas fechas jefe de la Casa Militar de Su Majestad, como el posible sustituto de Adolfo Suárez. Tanto Milans como Armada “sabían que en el caso de que se desembocara en una salida puramente militar, el candidato no sería Armada y, sin necesidad de hacerse confidencias, los dos pensaban en el teniente general Valenzuela”. Con esta candidatura se evitaba dar una nueva patada al escalafón, como sucedió cuando se ascendió inmerecidamente a Gabeiras a teniente general para que fuera designado JEME, pues el nombramiento de Alfonso Armada Comyn, un general de división, supondría otra afrenta para los numerosos tenientes generales que, en aquellas circunstancias extraordinarias, podrían ser el denominado “elefante blanco” que tomara el relevo del presidente Suárez. Su proximidad al Rey también era evidente y su prestigio militar mucho mayor.
Este mensaje fotográfico y silente de Sabino Fernández Campo sobre el 23-F, el último que nos legó en vida, nos lleva a alguna otra reflexión sobre el tema, todavía no suficientemente explicado. Si el teniente general Valenzuela era en realidad el “elefante blanco” previsto para presidir el nuevo gobierno de reconducción o “salvación nacional” ¿por qué razón dicho papel fue asumido finalmente por el general Armada? ¿Hubo dos elefantes blancos y en consecuencias dos intentonas golpistas distintas? ¿Pudo desactivarse el golpe militar en el que Valenzuela sería “el hombre del Rey” cuando Adolfo Suárez dimitió de motu proprio, activándose de inmediato una segunda asonada para imponer a Armada en la Presidencia del Gobierno contra viento y marea…?
Para contestar esas y otras preguntas ciertamente definitivas, quizás tengamos que esperar a conocer las memorias póstumas de Fernández Campo, celoso guardián en vida de las claves más profundas del 23-F. Según los periodistas esas vivencias existen; aunque su viuda, María Teresa Álvarez, también periodista, y el propio Sabino lo han negado. “Lo que puedo decir carece de interés y lo que tiene interés no lo puedo decir”, solía afirmar el conde de Latores.

Sabino Fernández Campo: un gran intelectual y político



Sabino Fernández Campo: un gran intelectual y político
Por Juan Velarde Fuertes, de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas (ABC, 30/10/09):
Sobre la figura de Sabino Fernández Campo, conde de Latores, mucho se ha publicado y escrito en relación con su papel en la alta política española. Era lógico. En otra ocasión he recordado que quien me hizo comprender la importancia de Sabino Fernández Campo fue un gran amigo de mi padre, un profesor universitario e investigador eminente como catedrático de Historia del Derecho, que había sido ministro de Instrucción Pública en 1935, en un Gobierno Lerroux. Me refiero a Ramón Prieto Bances. Allá por los años cincuenta, me dijo: «Anota, porque llegará muy lejos en la historia de España, el nombre de un ovetense, Sabino Fernández Campo. Se me destacó en clase, y desde entonces he seguido su vida de éxitos iniciales que se convertirán en permanentes».
Yo, personalmente, he convivido con Sabino Fernández Campo desde su ingreso en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, con aquel discurso magnífico «Una relectura de «El Príncipe»», el 28 de junio de 1994, y en ella he seguido, paso a paso su labor académica hasta ahora mismo, cuando fallece como presidente de esta Corporación.
Por eso me atrevo a ofrecer ahora que ya es una figura de la Historia de España, un simple escorzo, de lo que debería ser un planteamiento exhaustivo de la obra de este español ejemplar e intelectual finísimo que fue Sabino Fernández Campo. En el mundo de la cultura, en el de la ciencia, todo tiene que justificarse. Yo pretendo, así, poner de manifiesto por qué me parece obligado mostrar las bases intelectuales de su acción política, que queda para siempre señalada en algún momento clave de nuestra historia contemporánea.

En primer lugar, «el detalle exacto», como decía Stendhal. Incluyendo su discurso de ingreso, con amplio contenido doctrinal, con originales aportaciones, Sabino Fernández Campo ha tenido, en la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, 18 intervenciones académicas, todas valiosísimas. Destaco dos, porque prueban que era un intelectual comprometido con la política en el sentido más serio de estas palabras. Su valor histórico me parece evidente. La primera de ellas es la reflexión sobre el papel de la Corona. Ya en su discurso de ingreso señalaría la necesidad de dedicar «cierta atención» en relación con «las formas de Principados que Maquiavelo describe», «la manera de heredarlos, adquirirlos, conquistarlos, usurparlos y conservarlos o perderlos…, a efectos de determinar… las obligaciones y responsabilidades de quienes, de alguna forma, llegan a tener en sus manos la autoridad y el poder». Completó esto, un año después, en 1995, con su intervención «La función real en España», con un punto de vista históricamente muy importante: «Para que la Monarquía pudiera establecerse de nuevo en España, y aunque no fuera ese el motivo, hubo de tener lugar una guerra civil, ganarla precisamente el bando que obtuvo la victoria… No se desató la guerra civil para restaurar la Monarquía, pero sí que hubiera sido muy difícil restaurarla de no desatarse la guerra civil y de no obtenerse el resultado que se obtuvo». Y el análisis del trámite hacia el consenso que culminó en la Constitución de 1978, le lleva a señalar que «el contacto y la coordinación (de la Corona) con el Gobierno de turno,… no debe significar nunca total identificación». Es, indispensable a estos efectos. «Es preciso, además, que en esta relación y en las respectivas actuaciones no se produzca una confusión. Cada uno debe ocupar el puesto que le corresponde, sin dudas ni intromisiones», admitiendo que «puede haber discrepancias, pues una total armonía conduce en ocasiones a la inercia. De ahí la importancia del diálogo permanente, del respeto mutuo y de la lealtad en la cooperación».

En segundo lugar creo que resulta interesantísimo, como se destacó en su intervención de 5 de marzo de 1998 de qué manera, durante la elaboración de la actual Constitución, con papel importante de éste, «se pensó en cuatro puntos concretos…:
-La previsión de un trámite… para el supuesto de que el Rey disintiera abiertamente de una disposición legal sometida a su sanción, sin convertir siempre a ésta en un acto mecánico y obligado.
-La posibilidad de que el Rey tomara la iniciativa para convocar un referéndum sobre temas trascendentales para la Nación, que se plantearían de forma imprevisible por encima de los programas, las promesas y los acuerdos de los partidos políticos.
- La facultad del Rey de dirigirse a los españoles mediante mensajes especiales, en ocasiones muy determinantes.
-La creación de un Consejo Real que pudiera asesorar a S. M. en caso necesario». Y como complemento, con motivo del XXV aniversario de la Constitución, su intervención «La Corona y la Constitución», puntualizó algo muy importante: «No es fácil el papel de Rey en una Monarquía parlamentaria. Se ha dicho que podía considerarse como una verdadera obra de arte. El funcionamiento interno de la Institución depende mucho de la personalidad del Rey y no obedece a un estereotipo más o menos fijado, como sucede, por ejemplo, con la función ministerial y su relación con las estructuras administrativas del Estado. La Monarquía tiene el objetivo general de colocar a la política en un plano de dignidad o elevación de miras que está lejos, muy lejos, de la descomposición, de la corrupción y de la vulgaridad».

Como economista no puedo por menos de recordar en estos momentos que en la sesión del 26 de noviembre de 2002, bajo el título de «Intolerancia ante lo intolerable», y al hilo de una serie de escándalos financieros mundiales que crearon entonces, incluso, un amago de crisis que pronto se cortó y que parece que no dejó adecuadas enseñanzas, señalaría, en congruencia con todo esto que he expuesto hasta este momento sobre su pensamiento: «Es fácil tolerar las ideas y las opiniones que no nos perjudican directamente. Pero es más difícil disculpar la vanidad, la necesidad y las desenfrenadas ambiciones que nos rodean. El ser tolerante no excluye, sino que se apoya en el reconocimiento de aquello que toleramos. Porque debemos distinguir la tolerancia de la tontería y hasta de la comodidad». Y de Fernández Campo son estas palabras, que comparto: «Los gastos inmensos que han hecho endeudarse hasta cifras alarmantes a las autonomías; la duplicidad de cargos y la proliferación de funcionarios; las diferencias de criterio y el abandono de la objetividad para olvidar la necesidad de compensaciones entre aquellas, de acuerdo con las circunstancias especiales de cada una; las dificultades que surgen cuando el Gobierno de una Autonomía no está en manos del mismo partido que el central o, por el contrario, incluso la consideración política que pueden inclinar a la concesión de preferencias, junto a muchos otros matices que sería prolijo reseñar con detalle, pero que se disparan cuando aparecen situaciones terroristas, son condiciones que pueden alertarnos en cuanto a la perfección de un sistema que se ha desarrollado escapándose de las manos y con difíciles posibilidades de rectificación, limitación o vuelta atrás».

Intelectualmente me ha enseñado mucho Sabino Fernández Campo. Por ejemplo, voy a tomar más de una vez de él una cita que le oí de nuestro común y admirado Ortega. Gracias a ella capté que había dicho don José, como a veces le llamaba Sabino Fernández Campo: «El verdadero revolucionario lo que tiene que hacer es dejar de pronunciar vocablos retóricos y ponerse a estudiar economía».

Creo que su papel en la Historia de España, queda claro en este párrafo de una carta de Heidegger a Jaspers, cuando obtuvo un puesto en la Universidad de Marburgo: «Mi presencia en ella -en este caso, en nuestra Historia- será un perpetuo acicate para su marcha: me acompaña en esta tarea una tropa de choque, con algunos compañeros inevitables (que también son muy útiles), pero con otros al mismo tiempo serios y competentes». Por ello, le debemos imperecedera gratitud.

“¡A VER LO QUE VAS A ESCRIBIR!”


EL REY A SUÁREZ SOBRE SUS MEMORIAS: “¡A VER LO QUE VAS A ESCRIBIR!”

PUBLICADO EL JUEVES 20/12/2012

PATRICIA SVERLO.

El período constituyente, de 1977 a 1979, fue glorioso para Adolfo Suárez. El rey estaba absolutamente deslumbrado: “¡Es un fenómeno!“, comentó un día en La Zarzuela, “mirad qué artículo segundo de la Constitución ha hecho para solucionar la grave cuestión de las autonomías y, al mismo tiempo, manteniendo la unidad de España’‘. Pero el encantamiento estaba a punto de empezar a deshacerse. Los problemas llegaron, sencillamente, porque Suárez se había quemado. Su tarea había terminado y lo cierto es que al rey Juan Carlos nunca le preocupó demasiado tener que echar, de golpe, a quien le había servido bien, tan pronto como hubiera acabado su misión. Lo mismo que ya había sucedido con Torcuato Fernández Miranda pasaba ahora con Suárez y después con Sabino Fernández Campo, el sustituto en el corazón del monarca. El general Fernández Campo acababa de entrar en La Zarzuela para ocupar el sitio que había dejado vacante Alfonso Armada y rápidamente se convirtió en mucho más que un secretario: en un consejero que el mismo rey acabó nombrando “jefe”. El PSOE, que tanta carne había puesto en el asador de la Transición, quería cobrar accediendo a la presidencia. Lo intentó en las primeras elecciones generales tras la Constitución, las de 1979. Pero era demasiado pronto. No conseguiría vencer a la UCD de Suárez, muy de mal grado, mientras esta formación continuara contando con todo el apoyo de la banca y de la Casa Real. Y en aquel momento todavía tenía a los dos de su lado. Se la ayudaba en todo, incluso haciendo coincidir la investidura de Suárez, el 30 de marzo, con la campaña de las elecciones municipales, previstas para el 3 de abril de 1979, para que la UCD se pudiera beneficiar de la atención que habían prestado al presidente los medios de comunicación. En el siguiente congreso del PSOE, al cabo de unos meses, en mayo, Felipe González decidió, por una inspiración cuyo origen es deducible, que el partido dejaría de ser marxista. Se tenía que ganar la confianza de la banca como fuera, y si lo que querían los banqueros y los yanquis era esto, pues se tenía que hacer.

No querían más cartas del monarca en las que hablara de la amenaza marxista como argumento para apoyar a Suárez. “Hay que ser socialista, antes que marxista“, dijo Felipe al congreso, con una frase que recordaba los trabalenguas de la Transición: la reforma sin reformar lo que era inmutable, que, sin embargo, no era irreformable. Dejó desconcertado a su partido, que le tomó por loco y se negó a acatarlo. Pero González estaba dispuesto a ir hasta el final. Presentó la dimisión, una dimisión táctica para ejercer presión. Y en septiembre volvió, cosa que consolidó su autoridad personal. Quedaba convencer a la banca de que lo decía en serio.

Aparte del PSOE, AP también deseaba desligarse de la UCD, que le había quitado el sitio que le correspondía. Fraga, convertido en “demócrata de toda la vida”, creía que lo natural sería que los partidos mayoritarios fueran el suyo y el de los socialistas, un bipartidismo perfecto. Y los mismos varones de la UCD se sumaron a la campaña de demolición de Suárez, acercándose unos a AP y otros al PSOE. Joaquín Garrigues Walker, Francisco Fernández Ordóñez y Landelino Lavilla conspiraron con ellos para apoyar una moción de censura contra el presidente, presentada por el PSOE en mayo de 1980, que no prosperó. Otro factor que es necesario tener en cuenta era el “malestar” de las Fuerzas Armadas. Suárez, impulsado por el mismo monarca a imprimir ritmo a las reformas, aunque asumiendo él toda la responsabilidad, se había convertido en el enemigo número uno del Ejército. Era como el juego del policía bueno y el policía malo. Primero Suárez actuaba de malo y, después, los militares pasaban por La Zarzuela a quejarse al rey, que era el bueno. El 28 de noviembre de 1979 Milans del Bosch fue recibido en audiencia privada y, poco después, también acudiría al palacio una amplia representación de la División Acorazada, presidida por el general Torres Rojas. Lo que les más les enojaba era la política de depuración del Gobierno, que había enviado a destinos alejados de los centros de poder a los más adeptos al antiguo Régimen, para poner a mandos nuevos e ir lavando la cara de las Fuerzas Armadas. Y, desde luego, el tema de las autonomías, con aquel famoso “café para todos”, que veían como una desmembración de facto de la sagrada unidad de la patria. Con todos estos factores de por medio, las relaciones del monarca con Adolfo Suárez comenzaron a ponerse tensas hasta llegar a un punto sin retorno.

Juan Carlos escuchaba a Felipe, Fraga, Armada, Milans… en su papel de “árbitro” de España, para intermediar entre ellos y el presidente. Y acabó con un impulso que le dieron desde el exterior (como en prácticamente todas sus decisiones políticas importantes), que inclinó la balanza a favor de los primeros. Juntos comenzaron a elucubrar posibles soluciones al problema, a hacer planes que acabaron cristalizando el 23 de febrero de 1981. Suárez solía decir en privado: “El rey a mí no me borbonea“. Y prefirió presentar él mismo la dimisión cuando lo creyó oportuno, para que Juan Carlos no tuviera la oportunidad de utilizarlo cuando más le conviniera. Pero todo esto no se podría entender fuera del contexto de la preparación del golpe del 23-F. Sólo hace falta decir, por el momento, que su salida de la Moncloa fue dura, aparte de los 200 millones de pesetas que le dio el Estado, a propuesta del mismo Juan Carlos, para paliar su delicada situación económica.

Cuando Suárez presentó su dimisión, en algún momento de la conversación que mantuvieron, de la cual se desconocen bastantes detalles, el rey le prometió además un ducado. Después, lo consideró excesivo y quiso volverse atrás, pero Suárez insistió y evitó que pudiera retirar la oferta. A diferencia de otros (como Arias Navarro o, posteriormente, Sabino Fernández Campo), lo utilizó profusamente, e incluso se hizo bordar en las camisas una corona ducal. Suárez también quería el Toisón, que pensaba que se merecía por lo menos tanto como Torcuato Fernández Miranda, pero no se lo dieron. Quizás para humillarlo, Juan Carlos le otorgó, en cambio, el penoso José María Pemán (el 20 de mayo de 1981), por los servicios prestados y la lealtad a la institución monárquica. Suárez desapareció del mapa político, pese a los vanos intentos por volver a la cumbre con un partido nuevo, el Centro Democrático y Social (CDS), que hoy en día lidera otro fracasado con respecto a las relaciones con el monarca, Mario Conde. Pero Suárez, desde 1981 hasta ahora, ha seguido cumpliendo un papel de mediador, de hombre con influencia en las altas esferas, gracias al poder que dan años de secretos compartidos. Cuando se fue, el rey le escribió una carta de despedida: “Para Adolfo, Amparo y sus hijos, y para la Historia…“, en la que se justificaba por el hecho de haberlo abandonado. Unos años más tarde, cuando Suárez negociaba con una editorial la publicación de sus memorias, el rey le telefoneó: “¡A ver lo que vas a escribir!” No se volvió a hablar de las memorias nunca más. Al parecer, Suárez tiene todos sus documentos microfilmados y depositados en la caja fuerte de un banco suizo.